Cuba Colonial

Casa colonial.

     Desde los primeros siglos de su existencia como país, Cuba desarrolló una arquitectura que, si bien en sus orígenes debía mucho a la influencia española, pronto adquirió rasgos propios de gran originalidad. Y aunque siempre compartió elementos comunes con las casas y palacios coloniales de España, mantuvo un sello indeleble de su identidad. La arquitectura colonial cubana sobresale por sus mansiones y palacios. Las casas y palacios que cercaban las plazas, exhibían amplios portales sostenidos por columnas que protegían al caminante del sol y de las fuertes lluvias del trópico.
     Concebidas para mitigar las calurosas temperaturas que durante la mayor parte del año caracterizan el clima cubano, de acuerdo con el destacado profesor Pedro Martínez Inclán (1883-1957), la ventilación de estas construcciones se logró mediante una combinación de elementos que este denominó las Cuatro P: patio, portal, puntal y persianas.
     Por modesta que fuera la casa, no podía prescindir del patio, verdadero corazón de la vida familiar. Era el medio principal de iluminación y ventilación de la vivienda, amén del área de circulación entre el frente y el fondo.
     El portal, como primera pieza de la vivienda, a lo largo de su fachada, era a finales del siglo XVIII un elemento plenamente incorporado a las edificaciones que rodeaban las plazas o que se situaban frente al litoral, como trascendental adaptación al clima tropical de la arquitectura importada de la Península. Es innegable que el puntal, con una altura de hasta 5 metros o más, contribuyera eficazmente a que el aire circulara tras los muros, ante la exagerada dimensión de este elemento en algunas viviendas. Las persianas son también características de la arquitectura tradicional cubana para regular la brisa. Su presencia es habitual en ventanales o cerrando en forma de abanico arcos de medio punto, en diálogo permanente entre la luz y la sombra. La planta de la casa colonial debe mucho a la planta de la villa hispano-romana y también de la villa mudéjar (musulmana) desarrollada en el sur de España.
     El mobiliario de estas mansiones reflejaba cabalmente la potencia económica de sus habitantes, pues siendo sus dueños muy aficionados a viajar e influidos por las culturas europeas, si su fortuna se lo permitía, traían de Gran Bretaña y Francia muebles increíblemente costosos. Sin embargo, los artesanos nativos desarrollaron un estilo conocido como colonial cubano, consistente en muebles de cuerpo y diseño sumamente ligeros, confeccionados con las maderas preciosas del país, célebres en el mundo entero, y con asientos y espaldares de rejilla, muy propios para mantener el frescor en medio del clima calcinante del Caribe.
     La atmósfera colonial cubana tenía sus fundamentos. Detrás de cada plano arquitectónico había un sentido colonial, avasallador, ambiental y hasta familiar, piedra de toque final de las tradiciones y los espíritus de la clase dominante y de los emergentes criollos ricos. Lo monumental, la talla inmensa, desproporcionada, inútil aparentemente, sostenía un propósito de majestuosidad, orden, pulcritud, respeto, poder, comodidad, profusión. Elementos imprescindibles, jerárquicos, decisivos dentro de los rigores de una colonia y una clase bien asentada en los dominios de Cuba. De ahí que las casas coloniales cubanas son monumentos históricos, que se combinan con la abundancia de parques, fuentes, plazas, plazoletas, bancos, estatuas y todo el mobiliario interior, que aún hoy pueden ser contempladas como parte de la arquitectura patrimonial cubano.