Estilo Barroco

En el siglo XVIII surge una arquitectura de definido estilo barroco, materializado en todos los programas arquitectónicos con notables exponentes militares, domésticos, civiles y religiosos. La arquitectura barroca colonial cubana significó como también para otras manifestaciones de las artes un amplio dominio de la forma, la exaltación del movimiento y la elaboración del ornamento, todo ello condicionado a las peculiaridades impuestas por los materiales y la mano de obra disponibles en aquella remota época.
El escenario en el cual se desarrollaría por excelencia el barroco colonial es la villa de San Cristóbal de La Habana, con sus estrechas calles de ciudad castellana por donde -además del vocerío, los pregones y el toque de campanas- corrían las brisas tropicales, consolidándose el esquematismo volumétrico y de planta, se crece en niveles y el soporte arquitectónico se cubre de una piel con elementos que permiten denominarla barroca. Todo un ejercicio superficial que realza determinadas áreas, contrastado por la violenta luz que es preciso tamizar en los interiores y atemperado por una no más que discreta mano de obra. Predomina el uso de la tradicional mampostería y de una piedra extraída de la plataforma insular, por lo tanto de origen marino, verdadero arrecife, lleno de fósiles y oquedades que hacen imposible su talla a escala reducida.
Aunque se prefiere la piedra y la mampostería para las construcciones más relevantes, también se emplea el ladrillo de muy buena factura en muros y aplantillado en molduras, bases, fustes, y capiteles de columnas. Surge el techo plano con cielo raso en los locales principales y aparece la correspondiente azotea con pretil animado con pilarotes, consolas y copas. El sistema constructivo se mantiene de viga y tabla de madera en los entrepisos, pero las vigas ahora son mejor proporcionadas y parejas. En los pavimentos se encuentra la losa de barro, la de mármol y la losa isleña de Canarias, reservada para el tránsito pesado de portales, cocheras, zaguanes, el patio y sus galerías en planta baja. En portales también se utiliza el canto rodado o china pelona.
El ardiente y húmedo clima, las propiedades de su piedra, la distancia de los centros emisores de arte y la baja calificación de los artesanos confluyen para dar al barroco cubano una expresión peculiar, alejada de los desbordamientos peninsulares. Un ejemplo de ello es la Catedral de La Habana. El patio interior, muy caro a las construcciones de la época, umbroso, fresco, lleno de surtidores y fuentes y rodeado de habitaciones, alcanza su máximo uso y esplendor.