Estilo Neoclásico
Las calles se mejoran empedrándolas con chinas pelona o adoquinándolas con piedra o madera dura, se trazan alamedas y otros perfiles urbanos que aspiran a organizar las ciudades. Se fomenta el alumbrado público, el sistema de abasto de agua y el drenaje.
Las ciudades son testigos de un notable crecimiento y transformación; se produce una alta concentración de edificaciones. El Capitán General de la Isla de Cuba en ese entonces, Miguel Tacón, mandó a construir un paseo con su nombre (hoy avenida Carlos III), una cárcel, un mercado, una pescadería y un teatro, al que se suman otros como y el Payret.
En 1841 la Habana por el aumento de la población se divide la zona extramuros en seis barrios, en tanto el desarrollo de los poblados del Cerro, Jesús del Monte, Arroyo Apolo, Regla y Casablanca indican la nueva dimensión de la ciudad, debido al impulso económico y a las acciones que promovieron algunos gobernadores. En 1863 comienza la demolición de las murallas, lo que posibilita la continuidad entre la ciudad nueva y la vieja, se consolidan los barrios de extramuros situados al noroeste de la ciudad vieja (gran parte del actual municipio de Centro Habana), y la urbanización del reparto de las murallas, en torno al Paseo del Prado. (Antiguo paseo de extramuros o de Isabel Segunda) y su continuación en el Campo de Marte. Por esa misma época se aprueba la urbanización de El Vedado (1859 y 1860), lo cual abre el franco desarrollo de la urbe hacia el oeste.
En toda la isla las casas palaciegas alcanzan una mayor ostentación, con el refinamiento adquirido por algunas familias, y se establece un marcado contraste entre estas y las de menores recursos; se subdividen y alquilan las mansiones abandonadas por la aristocracia y aparecen las ciudadelas. Se agudizan las diferencias sociales en las ciudades de la aristocracia e incipiente burguesía criolla, mientras los sectores de escasas posibilidades se sitúan en las zonas viejas de las ciudades.
Siguiendo una práctica anterior, se produce la modernización de viviendas erigidas en períodos precedentes, y se modifica su imagen a partir de reconstrucciones de fachadas y otros ámbitos de las casas. Las influencias neoclásicas aparecen con el inicio de siglo; son sustituidos los tejados inclinados y armaduras por techos planos, cubiertos en su interior por cielos rasos, decorados frecuentemente con pinturas en los inmuebles de mayor jerarquía.
Componentes que aparecen a fines del siglo XVIII, se extienden en esta etapa y alcanzan un máximo esplendor, como las lucetas de medio punto, rectangulares o de otras formas con cristales de colores traslúcidos combinadas con la persianería francesa. Aunque la madera sigue presente en las persianas de ventanas y en las puertas, el hierro la sustituye en las rejas y barandas de ventanas, escaleras y balcones; también se emplea profusamente en portafaroles, guardavecinos y guardacantones, a excepción de Trinidad donde sigue predominando la madera hasta nuestros días, lo que la hace única.
Cienfuegos.
Sin dudas, el siglo XIX constituyó un período de florecimiento para muchas ciudades cubanas, aunque también algunas decayeron, como es el caso de Trinidad que se estanca hacia mediados de esa centuria por la primacía que alcanza Cienfuegos, dadas las características de su bahía; o el acelerado desarrollo de Manzanillo en comparación con Bayamo, o de Guantánamo en relación con Baracoa. La crisis económica posterior a los años 60 y después las guerras de independencia limitan sin dudas el desenvolvimiento de las ciudades y su arquitectura, pero los avances y sucesos de los cuales estas fueron testigos, prepararán el terreno para las transformaciones más intensas que se producirán en el siglo XX.
El descubrimiento de la ciudad romana de Pompeya trae a la actualidad el resplandor de la cultura grecorromana. Se retoman los códigos clásicos que expresan la solidez y fuerza de una cultura desaparecida pero que renace con el mismo ímpetu de las nuevas clases ricas que abrazan al neoclasicismo como expresión estética de sus valores éticos.
En las fachadas aparecen frontones, bajorrelieves y los cinco órdenes clásicos: jónico, dórico, corintio, toscano y compuesto irrumpen en el repertorio arquitectónico de nuestras ciudades. El hierro borra muchos elementos del barroco que estaban hechos en madera como son las balaustradas de los balcones volados, aparecen las rejas y las mamparas, las ventanas enrejadas bajan el nivel de piso, es la fiesta del arte herreriano. Los techos se hacen planos y se cuida su decoración tanto o más que la de las paredes, aparecen las azoteas y los portales.
En el espacio urbano las fuentes decoran las plazas y los paseos como son la de Los Leones (1836) en la Plaza de San Francisco y la de La India (1837) en el Paseo del Prado. Surge el concepto de calzadas y en sentido general se comparan los motivos de inspiración nacional con los emblemas y motivos europeos.
Entre los mejores exponentes de este estilo en Cuba encontramos el Palacio de Aldama construido a un costo de un millón de pesos, El Templete (1827-1828) que constituye la primera obra neoclásica del país. Después del reinado de la línea curva en el barroco, la línea recta se alza como el joven rey que llena de esperanza el porvenir.